Época: Últimas taifas
Inicio: Año 1228
Fin: Año 1268

Antecedente:
Las últimas taifas



Comentario

La descomposición de al-Andalus, en esta etapa, provoca su desintegración literaria. La caída del poder almohade, antes de mediar aquel siglo consumada en al-Andalus, dispersó a sus poetas y prosistas: algunos se fueron a Marrakech, como el vate Ibn al-Jabbaza, en el cortejo de al-Mamum, el último califa de aquella dinastía que, en 1228, abandonó la Península; otros emigraron a Túnez o al Oriente islámico, como se apuntará luego; algunos permanecieron todavía cierto tiempo en sus recortadas tierras andalusíes, más o menos en relación con los poderes políticos que en al-Andalus sucedieron a los almohades, ninguno de los cuales consiguió, en lo que quedaba de aquella centuria, una brillante y estable corte literaria.No lograron siquiera tenerla en plenitud los emires Banu Hud, con capital en Murcia (1228-1243; y sometidos a Castilla, hasta 1266) y esporádica extensión a casi todo lo que restaba de al-Andalus. Murcia y otros enclaves de su territorio, en especial Orihuela, vivieron todavía, en la primera mitad del siglo XIII, de sus ricas rentas culturales que les permitieron sostener una decorosa cancillería, auspiciada por políticos-literatos como Aziz b. Jattab, y hombres de letras que ejercieron como secretarios, con relativa altura prosística y versificadora, como Ibn Amira de Alcira, cuyo talento literario fue empleado por la última administración almohade de Valencia y de Sevilla, luego por el emir Ibn Hud, y por otros señores de Murcia, hasta que emigró al Magreb, en 1239-1240; o como Muhammad Ibn Jattab, cuyo diwan poético se ha perdido, pero no sus cartas, como secretario de los Banu Hud hasta su caída, que marchó luego al castillo de Mentesa, para asistir allí con su pluma al régulo Ibn Waddah, hasta que ambos embarcaron rumbo a Tremecén, en 1274.Este enclave murciano, en que el residuo de poder político sigue recurriendo -cómo no- al servicio de la literatura, es comparable con la corte literaria que logró el arráez Said ibn Hakam en su también resistente (hasta 1287-1288) Menorca, donde se reunieron letrados emigrantes del resto de las Baleares ya conquistadas, y emigrantes también desde otros puntos ya perdidos de al-Andalus. Allí destacaron sus propios versos, y los de sus cortesanos, se escribió además buena prosa árabe, y hubo afán por reunir manuscritos de varios saberes, como un último legado.El brillo almohade y post-almohade de Sevilla se apagó con la salida de sus elites políticas y culturales, al filo de la conquista cristiana, y entre ellas partió hacia el Magreb, sin retorno, Ibn Sahl al-Israili (1212-1251), uno de los pocos poetas de sincero acento, cuyo Diwan es uno de los más hermosos de la poesía de al-Andalus.En el enclave independiente del Occidente andalusí, controlado por el arráez Ibn Mahfuz desde Niebla (1234-1262), no destacó demasiado literato ninguno, pues Ahmad al-Labli, que compuso obras filológicas y de crítica poética; si bien nacido en aquella ciudad, hacia 1217, sólo estudió en ella con un maestro, y completó su formación en Sevilla, antes de emigrar al Norte de África, alrededor de 1236.El último reducto de al-Andalus, el de la Granada nazarí, no consiguió organizar del todo su administración, y con ella su secretaría estatal y una parte considerable de su literatura, hasta casi rayar el siglo siguiente, el XIV, que sí conocerá un buen desarrollo del verso y de la prosa.Fueron muchos los literatos que emigraron, entre los que sin duda deben ser destacados Ibn al-Abbar, Ibn Said y Al-Qaartayanni. La trayectoria de estos tres grandes literatos es bien expresiva de la situación: surgidos de la sazón cultural que alcanzó al-Andalus en su cúspide almohade, de finales del siglo XII y primeros años del XIII, la decadencia andalusí, y las enormes pérdidas territoriales, les llevaron ya a dar sus frutos literarios finales en otras tierras, durante la segunda mitad de aquel siglo.Similar andadura del exilio siguieron otros muchos, muchísimos, literatos de mayor o menor categoría durante aquel siglo XIII, y ya desde su primera mitad, como el gran místico y excelente escritor en prosa y verso Ibn Arabí de Murcia (1165-1240), que murió en Damasco, tras una fecunda vida viajera, entre los pioneros emigrantes de aquella centuria. En Damasco acabó también sus días el mayor gramático de su época, Ibn Malik de Jaén (1203-1274). Otros fueron a instalarse en Egipto, como el famoso místico, espléndido cantor en zéjeles de su experiencia contemplativa, al-Sustari (Guadix, 1212-Tina, Damieta, 1269). En El Cairo fallecieron otros, como el destacadísimo gramático granadino Abu Hayyan (1256-1344). Incontables fueron los andalusíes que emigraron al Norte de África, y especialmente a Túnez, donde se les dispensó gran acogida. La producción en verso y prosa de estos andalusíes en otras tierras otorgó a la literatura andalusí uno de sus rasgos: el de su exportación al exterior, y su influjo, sobre todo en el Norte de África, tierras que heredaron el acervo andalusí.Hubo también algunos literatos que no emigraron, por encontrarse en territorios aún alejados de los avances cristianos, o porque hasta allí se retiraron, y que en ellos siguieron componiendo, dentro ya del defendido territorio del emirato nazarí, donde una nueva entidad política se estaba organizando, a partir de 1232.Dentro de este nuevo, y último, reino andalusí transcurrió la vida del gran escritor Abu l-Baqa de Ronda (1204-1285), famoso por la casida en que llora las pérdidas de ciudades de al-Andalus, uno de los temas recurrentes de las letras andalusíes de los últimos siglos; esa casida de Abu l-Baqa, al verterla Juan Valera desde el alemán, quedó teñida con el estilo de las Coplas de Jorge Manrique, sin que realmente lo tuviera; logró, eso sí, una emotiva versión algo libre, como él mismo reconocía:"Cuando sube hasta la cimaDesciende pronto abatidoal profundo..."Muchos versos de esta casida han sido traducidos en su punto por María J. Rubiera; por ejemplo:"Todo al llegar a su plenitud disminuye;no se engañe el hombre con los bienes terrenales.Esta morada no perdura para nadie...Pero ahora el Islam no tiene consuelo,por lo que le sucedió a la Península...¡Preguntad a Valencia lo que le sucedió a Murcia!¿Dónde están Játiva y Jaén?¿Dónde está Córdoba, sede de las ciencias,de la que el mundo se enorgullecía?¿Dónde está Sevilla y los placeres que contenía,su dulce río, desbordante y caudaloso?Eran capitales columnas del país.¿Qué puede quedar si faltan las columnas?..."En prosa, además de alguna obra sobre aritmética, compuso Abu l-Baqa algún tratado sobre retórica y risalas, como la que describe a la esclava en el mercado: "blanca como la plata, que llene el corazón y la vista, una tierna flor en un arriate lleno de hermosura".Poco a poco, la corte nazarí de Granada fue componiendo su imprescindible círculo de literatos, aunque para ello haya que esperar hasta los últimos años de aquel siglo XIII, cuando se formó la Cancillería del reino granadino alrededor de la gran figura literaria y política que fue el visir Ibn al-Hakim de Ronda (1261-1309), gran redactor en prosa, según captamos en algunas cartas suyas oficiales que han quedado, y tenaz poeta a lo largo de toda su vida, quizá autor de los poemas que adornan el Partal de la Alhambra, continuando en sus funciones políticas y literarias (de poeta-funcionario, según expresión acertada de Rubiera), pero superado en cantidad y calidad de obra por su discípulo Ibn al-Yayyab (1261-1348), a quien ya hay que considerar dentro de la plenitud granadina.A este reino nazarí, que se fue conformando con relativa lentitud en este siglo XIII, empezaron a acudir a su vez letrados de otros lugares, redondeando con sus funciones culturales las dimensiones estatales; así Muhammad ibn Rusayd (Ceuta, 1259-Fez, 1321) fue uno de los primeros magrebíes que a lo largo del período nazarí se instalaron en Granada, donde transmitió hadices y compuso poesía. Puso por escrito el relato de su viaje de peregrinación a La Meca, en 1284, detallada crónica de la cultura musulmana en aquel fin de siglo, una cultura musulmana muy homogénea por los intensos contactos existentes entre sus diversos ámbitos.Al producirse la emigración masiva de las elites cultas de al-Andalus, en este siglo XIII, y quedar los restos de la literatura andalusí clásica, y desde luego la popular, como casi único acervo de identificación cultural entre los mudéjares, y luego los moriscos, se intensifica el trasvase de esta literatura al ámbito romance de la Península, destacando el trasvase de la cuentística árabe hacia la cuentística castellana ocurrido, de forma tan notable, en la segunda mitad del siglo XIII, con el patrocinio directo de reyes y personajes castellanos, ente los cuales el papel de un Alfonso X el Sabio o del infante don Juan Manuel, entre otros, y entre muchas transmisiones anónimas, otorga a la literatura andalusí de este período otra de sus características: el gran alcance de su paso al ámbito literario romance.